Para cuando la razón entiende lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas.
En el instante en que te detienes a pensar si quieres a alguien, le dejas de querer para siempre.
Las palabras con que se envenena el corazón se quedan enquistadas en la memoria, y tarde o temprano queman el alma.
Odiar es un talento que se aprende con los años.
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