Domingo de resureccion.
De nuevo hemos salido a la calle, tronos a hombro, hachotes en la mano, galas que cansan muñecas, pies que duelen, calor, sudor, sed... Tanto se pasa, tanto se siente, y muchos decis, ¿Por que pasarlo mal? Es algo que nunca se podra definir, es algo tan grande que hace que te sientas mejor.
Este año es el primero que he llorado como una magdalena al entrar la Virgen y cantarle la salve. El motivo es algo tan tonto como que, mientras esta entraba, yo, al lado del trono he mirado a un portapasos. Un hombre mayor, que quizás en otro momento pasaría desapercibido, quizás el padre de algunos que también salían o incluso podría tener un nieto. El hombre, en voz baja y con una sonrisa le ha susurrado a sus compañeros.
"Vamos al cielo con ella".
En ese momento han levantado el trono con las pocas fuerzas que le quedaban y han entrado en la iglesia dispuestos a dejar su peso.
Y con eso, yo he comenzado a llorar.
Mi madre me ha preguntado que si le he pedido por todos nosotros. Yo ni si quiera he pensado en eso.
Quizas la estrella Avilés se ha dado cuenta de que es el momento de repartir un poco de suerte. Tampoco se pide mucho.
He colgado el traje y me he quitado los zapatos. Ya hasta el año que viene.
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