Mara se encontraba en el interior del palacio de Belial, en el se sentía como si hubiera vuelto a la época del rey francés Luis XIV. Todo era ostentación y lujo. Las paredes estaban cubiertas de tapices y cuadros, de arriba abajo y si había un hueco en la pared se colocaba una escultura de alguna ninfa o jóvenes apuestos que podían pasar desde Hércules a Apolo. El techo estaba recubierto de maderas policromadas en dorado y todo estaba en vuelto en tonos rojizos. El lujar era perfecto para hacer una descripción material de la lujuria. A Mara le molestaba tanta luz que provenía de lámparas antiguas con llamaradas creadas a base de magia. ¿Electricidad? Claro que tenia, pero a Belial siempre le había gustado lo Retro.
Andar por el pasillo le aprecio una eternidad sobre todo por el continuo parloteo de los porteros sobre algún asuntos de limpieza del lugar y de algunos gustos de los que allí habitaban. Por fin, se encontró frente a la escalera de estilo imperial que llevaba a los aposentos privados del señor de la mansión. Subió el primer escalón enmoquetado en rojo y se giro al ver que los otros dos no le seguían.
“No podemos subir”
“Lo tenemos prohibido”
Mara suspirando exasperada hizo un gesto con la cabeza y comenzó a subir sin hacer caso de las palabras mal sonantes que le echaron a no decir ni gracias. Una vez arriba se encontró en un lugar más oscuro que de donde venia. Ando por el pasillo vacio y sus pasos hacían eco. Supo en seguida cual, de las numerosas, puertas que habían en el pasillo era la de Belial. Una gran puerta de madera rojiza de más de dos metros con el grabado de una ninfa bañándose mientras unos sátiros la observaban era la principal decoración, a su alrededor se encontraban relieves de diferentes posturas sexuales. Conforme Mara subía la vista por ellas se dio cuenta que las de arriba eran extrañas y algunas parecían más torturas que movimientos de placer. La que más le llamo la atención es la de la mujer siendo follada por un caballo mientras que el hombre azuzaba al animal a ser más bestia. Con un escalofrió fue a tocar la puerta pero conforme la rozo esta comenzó a abrirse, sin ningún chirrido.
Entro en una estancia cálida, decorada al estilo Árabe. Muchos cojines y almohadas se desperdigaban de un lado a otro de colores brillantes, decorados con bordados de diferentes estilos siendo el predominante el de motivos florales. Un carraspeo hizo girar el rostro a Mara.
Allí estaba, Belial, señor de la lujuria y el placer, en todo su esplendor.
Se encontraba echado sobre una pila de almohadas y cojines de gran tamaño. Un joven rapado y con numerosos pendientes y aros por su cuerpo le practicaba una felación que al señor parecía agradarle mucho. Mara se sentó en el cojín que habían preparado para ella enfrente del Maestro. Si extendía su mano podía acariciar al joven algo que al turbo.
Espero paciente y sin dejar de mirar la cara de Belial a que terminara. Belial era la belleza en persona, mujeres y hombres pagarían grandes sumas e incluso sus almas por tener un ser asi en su vida. Cara joven y blanca, labios carnosos, ojos claros que cambiaban a placer y su cabello recordaba al oro, ni tan rubio como una actriz porno tintada ni tan oscuro que pasara como castaño. Cuando Belial se corrió cogió la cabeza del joven con fuerza manteniéndola entre sus piernas obligándolo a tragarse todo lo que tenia para el. Cuando la respiración del Maestro se volvió normal le soltó y chasqueo los dedos. El joven lo entendió como que sobraba en esa estancia. Si no fuera por el kimono de seda negra que llevaba puesto caído por sus hombros hubiera pensado que era una mujer, pero el mostraba sus pezones rosados perfectamente erectos que lucian unas argollas doradas que resplandecían en su piel. Maraa por un turbador segundo tuvo las ganas de tocar la piel que se msotraba sedosa como el terciopelo. Se controlo todo lo que pudo jugando con las manos. Belial la miro por fin a la cara mientras se tapaba mejor el miembro que asomaba otra vez erecto por la abertura del kimono.
“Perdón por tener que ver esto” Comenzó a hablar con una voz clara, suave, ni ronca ni fina. “pero me habías pillado jugando con algunas de mis adquisiciones y tenía que desahogarme”
Mara prefirió no contestarle las cientos de borderias que pasaron por su mente. Entrego la carta sin abrir la boca y espero observando todo lo que le rodeaba. Mas una táctica de mercenaria que de curiosidad y casi saca la daga de su bota de la sorpresa que le dio la risa de Belial. Miro al Maestro sorprendida. Se había recostado en sus cojines y reía a carcajadas suaves y roncas mientras el papel resbalaba por su mano hacia el suelo.
“Disculpadme, pero me ha hecho gracia las noticias de mi hermano Caín”
A la vampira le hubiera gustado gritarle que Caín no era su hermano y que por su culpa su hermano verdadero había muerto pero contuvo su rabia.
“Con que, el viejo Caín ya no disfruta del Sexo, interesante, y ¿Quiere que yo le muestre el placer con historias que haya vivido? Por dios, que estupidez. El sexo siempre será importante para el ser humano mientras pueda disfrutar del. Su vida es corta, claro que lo adoran, pero el y yo hemos vivido mucho tiempo y hemos probado todo…”
“Por eso mismo mi señor” le interrumpió “Quiere saber cómo vos aun seguís teniendo relaciones sin que os parezcan tediosas”
Belial se paso su mano blanca y de uñas largas por el mentón suavemente pensativo.
“Y por eso quiere que te cuente…¿Historias? Eso no arreglara nada, solo perderé mi precioso tiempo”
Mara se encogió de hombros y se levanto
“Entonces me marchare sin…”
“Alto ahí pequeña…” conforme decía la orden la puerta se cerró con un gran portazo “Que lo veo una gilipollez no quiere decir que no lo haga… ¿Por dónde empiezo? ¿Por Lilith? No, él la conoce muy bien, demasiado” Maldito cabron pensó Mara. “Quieres que te cuente el amor entre un mortal y un vampiro”
“Eso no existe mi señor”
“Claro que si… empezare por esa historia”
Mara se recostó en el sofá y saco una libreta forrada en cuero y un bolígrafo de plata. Tenía que escribir todo, todo lo que Belial le dijera. ¿A qué jugabas Caín? ¿Qué pretendes?
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