Baje la cara a su vientre de color crema, y comencé a darle besos suaves como plumas. Me recree en su ombligo con mi lengua y fui bajando hasta notar su vello en mi barbilla. Un gemido rompió el rítmico sonido de nuestras respiraciones que solo se oía en la habitación, entonces no pude evitar alzar la mirada lo justo para ver su rostro, en marcado por sus pechos erectos. Era el mismísimo símbolo de la sexualidad y su rostro era un cuadro del dolor que se siente antes de que llegue el placer, el dolor de la espera. Sus ojos entrecerrados, sus dientes mordiendo el labio inferior con fuerza... pedía a gritos que la saciara.
No pude reprimir una sonrisa, al notar que debajo mía sus carnosos muslos comenzaban a frotarse entre ellos, ansiosa de que acabara con su placer.
Tenía dos opciones, o marcharme y demostrarle que soy yo el jugador como tenía previsto hacer cuando entre en su cuarto o saciar mi placer que ahora velaba mis ojos y daba un color sonrojado a mis mejillas... Malditas las decisiones.
Solo vacile unos segundos. Unos míseros segundos, había entrado como el jugador de póker mas experimentado y ahora había perdido mi primera mano. Supe que perdería la segunda cuando baje mi cabeza entre sus piernas. Bese su pubis y la note revolverse. Con mi mano izquierda aparte uno de sus muslos y bese su cara interior, estaban húmedos del roce contra su sexo, lo bese un par de veces más antes de acercarme a lo que ella anhelaba. Quería hacerla gemir mi nombre, llevarme eso de premio, iba a ser difícil. Ni la prepare como había estado haciendo, directamente con la mano libre abrí sus pliegues y metí me lengua entre ellos. Dio un respingo que calme pasando mi mano por debajo de su cuerpo, colocándola contra una de sus nalgas y levantarla un poco, lo justo para tener una postura mas cómoda. Sus piernas se retorcían y me envolvían. Cuando cogí la comodidad pase la segunda mano por debajo y sujete sus nalgas con fuerza levantando su cadera contra mi lengua. Sin pensarlo fui subiendo hasta su clítoris hinchado y comencé a jugar con él, con los dientes, luego saboreándolo con mi lengua. Era un sabor raro que no me disgustaba, aunque pasaba desapercibido ante el calor que comenzaba a subir por momentos. Arqueo la espalda frenética y se agarro a mi cabello con fuerza, manteniendo mi cabeza en donde ella quería. Siempre había que hacer su ley, si no la impondría por la fuerza. Dando un gruñido me levante un poco. Aparte las manos de sus nalgas y mientras con una sostenía su pierna flexionada al lado mía, la pierna izquierda la levante y eche hacia atrás dejándola apoyada sobre mi hombro. Ahora su sexo estaba totalmente a mi merced. Comenzó a levantar la cadera para que mi lengua se moviera más rápido sobre ella. Soltó mi cabeza y agarro la sabana, haciendo gruesas arrugas. Un gemido largo y fuerte sonó por la habitación, por un momento no lo entendí, estaba demasiado ocupado, entonces me pare en seco y levante el rostro para mirarla. Su cara estaba volteada hacia otro lado, mirando indignada hacia la ventana, estaba sonrojada, no solo por el deseo sino por lo que había gemido, mi nombre. Aun así tenia el rostro de una princesa que lo negaría todo caprichosa.
Fruncí el ceño malhumorado. Caprichosa, malcriada, niñata… Todos esos adjetivos pasaron por mi cabeza. Me tendí sobre ella con brusquedad apartando sus piernas, ahora no podía cerrarlas. Le cogí el rostro para que me mirara y en sus ojos vi orgullo. Quería esto tanto como yo, incluso más, pero nunca dejaría que lo supiera. Baje una mano y al pasar por su pubis me hice cosquillas con su vello. Introduje mi dedo anular rápidamente en ella. Hecho la cabeza hacia atrás sin esperárselo y mordió su labio de nuevo para evitar un suspiro de satisfacción. Deje caer mi cabeza lentamente al lado de su oreja y reí suavemente mientras movía de adentro hacia fuera el dedo. Solo hasta que ella estuvo dispuesta a colaborar moviendo su cadera a mí ritmo metí el dedo corazón moviendo ambos con más rapidez. Me agarro la mano para hacerme ir más deprisa, No sabía que así, me estorbaba mas el movimiento, pero siempre le importo mas su placer que el del resto. Cerré los ojos para concentrarme más en mi tarea y apoye la cabeza a su lado. Cuando no pude más le solté con un sonido ronco “Basta”. Ella lo entendió y soltó mi mano de golpe sintiéndose avergonzada. Saque la mano mojada y me apoye en la cama con los brazos para no aplastarla. Jadee varias veces y mi miembro hinchado pedía que lo liberase de los vaqueros que yo aun llevaba. “No” pensé para mí, la idea era dejarla anhelante, que viera lo que se perdía. Abrí los ojos de golpe cuando no te la liberación del botón seguida de la cremallera. La mire de refilón pero ella estaba más ocupada desabrochándome el pantalón. Una vez fuera sin miedo comenzó a acariciarlo. Cerré los ojos, trague saliva y hice todo el aguante posible para no correrme en sus manos siempre frías, pero que al tacto de una noche de pasión se podían convertir en un gran arma.
Ya las conocía bien, en otros tiempos, ahora era la furia y la venganza lo que nos movía. Uno de los dos saldría mal, o quizás los dos. Que estúpido es el ser humano cuando juega a ser fuerte, cuando cree que todo saldrá bien cuando en su interior sabe que todo hará que el mundo caiga.
Note un tirón en la ingle ante el deseo y cerré los ojos mientras me levantaba quedándome de rodillas. Se incorporo sin dejar de jugar con mi sexo. No pude evitar un gemido de placer cuando, apartándose un mechón de la cara lo metió en su boca. Eche la cabeza hacia atrás mientras agarraba su pelo sin darme cuenta, un espasmo creado por la pasión del momento. Conocía todos mis puntos débiles, conocía donde debía tocar y donde no, conocía lo que me gustaba, era una autentica jugadora y no yo, que desafío primero y pierdo. Mi cadera pareció moverse por sí sola contra su rostro y entonces, llego. Como una descarga eléctrica desde mis piernas hasta el último pelo de mi cabello. Di un gemido grave y le apreté la cabeza contra mí sin darme cuenta. Comencé a jadear mientras la soltaba. Ella se puso de espaldas y volvió a ponerse el albornoz. Ni una palabra se oyó mientras me vestía. Cogí la cazadora del suelo y comencé a ponérmela. Mire su espalda una vez más y Salí por la puerta con un susurro de despedida que no creo que ella entendiera. Ni un adiós, ni un hasta luego… ni un espera. Nada.
Cuando cerré la puerta sabía que nunca volvería a jugar con ella.
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