jueves, 29 de julio de 2010

La mascarada

Él la tendió suavemente sobre la mesa sin dejar de mirarla a los ojos, los demás los miraban sonriendo y jugando disfrutando de la fiesta. El vio el miedo en la mirada de ella. Normal, él era el príncipe de lo oscuro, de la noche, del dolor. Cada semana le traían a una mujer de la calle para que la posea delante de todos en sus reuniones vampiricas. Un juego que sacaba de quicio a los más antiguos y divertía a los novatos.
Pero esta vez, era diferente.
La mirada profunda de la muchacha no le dejaba pensar con claridad le hacía, ¿Temblar?
Era la primera vez que la veía pero aun así sentía que era suya desde siempre.
La muchacha le miro con suplica en sus ojos y luego bajo la mirada, unos ojos azules, penetrantes, como el mar.
Un vampiro del publico grito,
“Vamos príncipe demuéstrale quien eres”
El miro al vampiro con odio un momento, pero cambio su rostro en una sonrisa fría, no quería que notaran la debilidad que sentía ante aquella mujer. Se agacho y le beso los labios de color rosado con ternura una ternura que hacia siglos que no usaba. Nota como los labios de esta temblaban, torpes, ¿Acaso el miedo la paralizaba o acaso nunca habían sido probados por un hombre? Imposible le traían siempre mujeres mendigas de esas que al mundo ya no le importaba que desapareciesen, mujeres que habían vendido su cuerpo a cualquier degenerado que las había hecho suyas contra cualquier jergón o pared, rápido, sin pensar en el placer de ellas.
Se recostó encima de la muchacha y vio como sollozo un momento, una debilidad que duro unos segundos, pero rápidamente sus ojos que tanto le habían cautivado se volvieron de desafío, levanto el mentón y lo reto.
Tenía orgullo la muchacha.
Sonrió y vio en la mirada de ella sorpresa. Se agacho para besar mas sus labios notar su sabor de miel que le recordaban a algún postre Francés, y al notar como ella le besaba torpemente sintió un calor inundarle, interiormente claro, pues su cuerpo estaba frio por la muerte tras su conversión, aun así quería hacerla suya. Le desabrocho la túnica suavemente y oyó los murmullos de los vampiros impacientes, intento no escucharlos, esta vez no era solo por diversión, la quería por algo más. Deseaba romper el hechizo que nublaba la razón de la mujer, que le hacía dejarse llevar por el a pesar de que su mente se lo prohibía, la había seducido con ese don tan peculiar de los de su raza. Quizás si se lo quitaba ella se dejara, quizás le deseara tanto como él a ella. Sacudió la cabeza moviendo su hermoso cabello dorado de un lado a otro, Se acabo de tanto pensar, la necesitaba y la necesitaba ya.
Termino de desabrochar la túnica y acaricio sus pechos con dulzura recreándose en los pequeños pezones oscuros que los coronaban, el calor que invadió el cuerpo de ella. Alzo el rostro y lo que Vio le gusto, el rubor de las mejilla de ella y como, desesperada, se mordía el labio. El sonrió picadamente y los siguió acariciando mientras volvió a besarla de nuevo mordiéndole los labios con pasión pero con cuidado de no hacerlos sangrar con sus colmillos. Jugó con ellos mojándolos con la punta de la lengua, explorando su boca disfrutando de su sabor. Hubiera seguido así, con su mano derecha suavemente en su pecho y su boca pegada a la suya, respirando el mismo aliento pero un gemido de ella le hizo hervir mas la sangre, deseaba poseerla.
La desnudo poco a poco y se sorprendió al ver como ella le abrazaba el torso desnudo haciendo caer más la camisa que el había dejado a mitad de quitar. ¿Un acto reflejo? ¿Un movimiento involuntario producido por su poder? Hoyo las risas y los comentarios obscenos de los demás vampiros que comenzaban a calentarse, el se levanto y miro a su alrededor. Por un momento había olvidado que estaba rodeado de acólitos y sires de las más altas esferas vampíricas. Por un momento había olvidado sus sonrisas lascivas sus ojos que desnudaban. La banda de música había desaparecido, los vasos llenos de sangre ya no habían existido. Solo el cuerpo caliente y blanco de la mujer que tenía en sus brazos.
Sintió un sentimiento que nunca antes había sentido era como ira, furia, tal vez ¿Celos? No quería que nadie viera el cuerpo de la muchacha y noto como los celos crecían dentro del como la sed de sangre al no tener nada que lo alimentara.
Se levanto tan bruscamente que la banda de músicos dejo de tocar mirando hacia el pedestal donde se encontraban.
El cogió su camisa de la silla y tapo a la muchacha con ella mientras la cogía en brazos y noto como la muchacha no aguantaba más y se desmayaba.
La beso suavemente en la frente y se acerco hacia la puerta donde se encontraba un vampiro un poco más joven que él, este le mira sorprendido.
“Rishak, llévatela a mis aposentos”
El vampiro cogió a la muchacha y salió casi corriendo por el vestíbulo hacia los aposentos del príncipe, no hizo preguntas.

jueves, 22 de julio de 2010

Mara se encontraba en el interior del palacio de Belial, en el se sentía como si hubiera vuelto a la época del rey francés Luis XIV. Todo era ostentación y lujo. Las paredes estaban cubiertas de tapices y cuadros, de arriba abajo y si había un hueco en la pared se colocaba una escultura de alguna ninfa o jóvenes apuestos que podían pasar desde Hércules a Apolo. El techo estaba recubierto de maderas policromadas en dorado y todo estaba en vuelto en tonos rojizos. El lujar era perfecto para hacer una descripción material de la lujuria. A Mara le molestaba tanta luz que provenía de lámparas antiguas con llamaradas creadas a base de magia. ¿Electricidad? Claro que tenia, pero a Belial siempre le había gustado lo Retro.
Andar por el pasillo le aprecio una eternidad sobre todo por el continuo parloteo de los porteros sobre algún asuntos de limpieza del lugar y de algunos gustos de los que allí habitaban. Por fin, se encontró frente a la escalera de estilo imperial que llevaba a los aposentos privados del señor de la mansión. Subió el primer escalón enmoquetado en rojo y se giro al ver que los otros dos no le seguían.
“No podemos subir”
“Lo tenemos prohibido”
Mara suspirando exasperada hizo un gesto con la cabeza y comenzó a subir sin hacer caso de las palabras mal sonantes que le echaron a no decir ni gracias. Una vez arriba se encontró en un lugar más oscuro que de donde venia. Ando por el pasillo vacio y sus pasos hacían eco. Supo en seguida cual, de las numerosas, puertas que habían en el pasillo era la de Belial. Una gran puerta de madera rojiza de más de dos metros con el grabado de una ninfa bañándose mientras unos sátiros la observaban era la principal decoración, a su alrededor se encontraban relieves de diferentes posturas sexuales. Conforme Mara subía la vista por ellas se dio cuenta que las de arriba eran extrañas y algunas parecían más torturas que movimientos de placer. La que más le llamo la atención es la de la mujer siendo follada por un caballo mientras que el hombre azuzaba al animal a ser más bestia. Con un escalofrió fue a tocar la puerta pero conforme la rozo esta comenzó a abrirse, sin ningún chirrido.
Entro en una estancia cálida, decorada al estilo Árabe. Muchos cojines y almohadas se desperdigaban de un lado a otro de colores brillantes, decorados con bordados de diferentes estilos siendo el predominante el de motivos florales. Un carraspeo hizo girar el rostro a Mara.
Allí estaba, Belial, señor de la lujuria y el placer, en todo su esplendor.
Se encontraba echado sobre una pila de almohadas y cojines de gran tamaño. Un joven rapado y con numerosos pendientes y aros por su cuerpo le practicaba una felación que al señor parecía agradarle mucho. Mara se sentó en el cojín que habían preparado para ella enfrente del Maestro. Si extendía su mano podía acariciar al joven algo que al turbo.
Espero paciente y sin dejar de mirar la cara de Belial a que terminara. Belial era la belleza en persona, mujeres y hombres pagarían grandes sumas e incluso sus almas por tener un ser asi en su vida. Cara joven y blanca, labios carnosos, ojos claros que cambiaban a placer y su cabello recordaba al oro, ni tan rubio como una actriz porno tintada ni tan oscuro que pasara como castaño. Cuando Belial se corrió cogió la cabeza del joven con fuerza manteniéndola entre sus piernas obligándolo a tragarse todo lo que tenia para el. Cuando la respiración del Maestro se volvió normal le soltó y chasqueo los dedos. El joven lo entendió como que sobraba en esa estancia. Si no fuera por el kimono de seda negra que llevaba puesto caído por sus hombros hubiera pensado que era una mujer, pero el mostraba sus pezones rosados perfectamente erectos que lucian unas argollas doradas que resplandecían en su piel. Maraa por un turbador segundo tuvo las ganas de tocar la piel que se msotraba sedosa como el terciopelo. Se controlo todo lo que pudo jugando con las manos. Belial la miro por fin a la cara mientras se tapaba mejor el miembro que asomaba otra vez erecto por la abertura del kimono.
“Perdón por tener que ver esto” Comenzó a hablar con una voz clara, suave, ni ronca ni fina. “pero me habías pillado jugando con algunas de mis adquisiciones y tenía que desahogarme”
Mara prefirió no contestarle las cientos de borderias que pasaron por su mente. Entrego la carta sin abrir la boca y espero observando todo lo que le rodeaba. Mas una táctica de mercenaria que de curiosidad y casi saca la daga de su bota de la sorpresa que le dio la risa de Belial. Miro al Maestro sorprendida. Se había recostado en sus cojines y reía a carcajadas suaves y roncas mientras el papel resbalaba por su mano hacia el suelo.
“Disculpadme, pero me ha hecho gracia las noticias de mi hermano Caín”
A la vampira le hubiera gustado gritarle que Caín no era su hermano y que por su culpa su hermano verdadero había muerto pero contuvo su rabia.
“Con que, el viejo Caín ya no disfruta del Sexo, interesante, y ¿Quiere que yo le muestre el placer con historias que haya vivido? Por dios, que estupidez. El sexo siempre será importante para el ser humano mientras pueda disfrutar del. Su vida es corta, claro que lo adoran, pero el y yo hemos vivido mucho tiempo y hemos probado todo…”
“Por eso mismo mi señor” le interrumpió “Quiere saber cómo vos aun seguís teniendo relaciones sin que os parezcan tediosas”
Belial se paso su mano blanca y de uñas largas por el mentón suavemente pensativo.
“Y por eso quiere que te cuente…¿Historias? Eso no arreglara nada, solo perderé mi precioso tiempo”
Mara se encogió de hombros y se levanto
“Entonces me marchare sin…”
“Alto ahí pequeña…” conforme decía la orden la puerta se cerró con un gran portazo “Que lo veo una gilipollez no quiere decir que no lo haga… ¿Por dónde empiezo? ¿Por Lilith? No, él la conoce muy bien, demasiado” Maldito cabron pensó Mara. “Quieres que te cuente el amor entre un mortal y un vampiro”
“Eso no existe mi señor”
“Claro que si… empezare por esa historia”
Mara se recostó en el sofá y saco una libreta forrada en cuero y un bolígrafo de plata. Tenía que escribir todo, todo lo que Belial le dijera. ¿A qué jugabas Caín? ¿Qué pretendes?

Las Cronicas de la Hermandad

Rod luchaba para mantener la conciencia, pero la perdida de sangre se lo impedía. Maldijo al bastardo de su amo. Lo había abandonado a su suerte solo porque había perdido un mísero combate. Su bebida había sido drogada pero nadie le hizo caso y la paliza que recibió de su contrincante le ayudara en el futuro para tener cuidado con lo que bebe. Se arrastro como pudo y apoyo la espalda en un árbol quedándose sentado. Sonrió amargamente quien diría que moriría a sus 25 años como un perro apaleado. Si, un perro así era como se sentía. Toda su vida había hecho lo que un amo le había dicho. Si ahora conseguía salir de esta juraría no volver a servir a alguien.
La fiebre subía y le costaba respira. Cuando ya caía en un suave sueño, lo oyó, la voz de una mujer susurrándole al oído. No entendía lo que decía pero su voz era hermosa. Llego a pensar que era la muerte. Que lista era, llevarse a las almas utilizando la voz más hermosa que Rod había oído.
Despertó de golpe gritando levantándose de la cama en que se encontraba. Unos mansos se apoyaron en su pecho y lo obligaron a acostarse refunfuñando.
-Vamos acuéstate de nuevo.
Rod las agarro por las muñecas y miro a la mujer que se encontraba a su lado. La reconoció enseguida, era la muchacha del pozo. La mirada de esta era de preocupación y Rod sonrió levemente.
-Esto es para saldar la deuda ¿No?
-¡Nada de eso!-Gruño ella apartándose cogiendo un jarro de agua y llenando un vaso- no iba a dejar que te murieras hay solo, como los que tu llamas amigos.
Rod miro hacia abajo, su pelo cayo tapándole el rostro. Mari le miro suspirando y se sentó de nuevo a su lado. Se quito la cinta roja que siempre llevaba apartándole el pelo de la cara y la ato en la frente del gladiador. Este levanto la mirada intentando aparentar arrogancia.
-No mires como si nada te importara Rodigal, te sientes como un perro abandonado.
-Es lo que soy…
-No Rod... ahora eres libre. Olvídalos no les debes nada ahora podrás hacer lo que quieras, sin tener miedo a morir de un navajazo en un circulo lleno de hombres apostando tu muerte.
-Y ahora que soy libre ¿Qué hago Mari? Dímelo…
-Quedarte a mi lado, Rodigal, quédate conmigo.
Rod la abrazo y le acaricio el pelo suavemente. Había prometido no tener amo si salía de esta pero la promesa se había roto, desde que la conoció su corazón había tenido una nueva ama.

sábado, 17 de julio de 2010

En la boca del lobo

La muchacha iba deprisa, lo suficiente para que los humanos no notaran nada en raro en su velocidad. Mara miro hacia el cielo nocturno, el que le había acompañado en más de una guerra.
Suspiro exasperada, Caín y sus ideas excéntricas.
Miro la carta lacrada con el símbolo del lobo y la espada que indicaba quien era su señor. Sonrió irónica al mirar el lobo pues ella era una Vampira y la mano derecha de Cain y, obviamente, los licántropos y su raza no se llevaban muy bien que digamos.
Miro hacia un lado y hacia otro y volvió a correr. Sus piernas eran delgadas y menudas como toda ella, pero aun así podía ir tan deprisa como un coche si se lo proponía. Llego al callejón donde sabia, se encontraba la puerta. Había ido allí muchas veces para atender clientes de Caín que habían pagado mucho dinero por ella.
Si, Mara no era solo una de las mejores asesinas y de las más poderosas vampiras, era lo que a Caín le gustaba llamarla, un objeto sexual.
Su señor le había enseñado todo lo que tenía que saber y sabía muy bien su trabajo.
Miro la puerta ennegrecida y llamo con los nudillos. Se limpio la mano en sus short vaqueros asqueada de la suciedad que envolvía el callejón.
A su alrededor olía a orina y heces, además habían varios vagabundos que la miraban extrañados, suponía, que pensaban en si era un chico o una chica, que no ayudaban con el mal olor del lugar. La reacción más usada entre las personas que no la conocían, era la que tenían ahora aquellos pobres seres, extrañeza y curiosidad ante ver una persona andrógina. Se mordió el labio impaciente. Con el rabillo del ojo miro a uno de los vagabundos que se tambaleo levantándose para acercarse.
Dos rendijas se abrieron en la puerta y por cada una salieron un par de ojos. Unos negros como la noche que contrastaban con una piel pálida en los parpados y unos azules celestes que al contrario que los otros estaban rodeados de una piel negra como el ébano.
“¿Que quieres?”
“ El placer de quien pueda proporcionármelo”
Contesto rápidamente a la rejilla de abajo, tenía ganas de entrar de una puta vez. La de arriba formulo otra pregunta.
“¿Y tú, estas dispuesto?”
“ A dar tanto como mi cuerpo pueda”
Dos risillas se oyeron mientras abrían la puerta con numerosos sonidos chirriantes. Mara entro corriendo, justo cuando el vagabundo ya estaba a punto de tocarla. La puerta se cerro dejando al hombre extrañado pues enfrente suyo solo había una pared de ladrillos.
Mara miro con odio al gigante y al enano que sostenía en sus manazas. Estos comenzaron a reír de nuevo al verla. Se encontraban en el vestíbulo del palacio, aunque nadie diría que se tratara de eso, pues solo era una sala rectangular oscura con pocos muebles destartalados y con las paredes desconchadas y con manchas de humedades, o eso creía Mara.
“Tu por aquí… hacía tiempo que no se te veía”
Contesto el gigante con voz chillona, como la de un niño. El enano rio con su voz ronca que no encajaba nada bien con su aspecto. Ambos eran opuestos, pero se llevaban demasiado bien, quizás, pensaba Mara, cuando terminaban su jornada se daban por culo mutuamente. Sacudió la cabeza, era demasiado bizarro, pero sabía que en el Palacio de Belial todo lo Bizarro y Morboso que podías imaginar había ocurrido, seguro.
El enano sonrió con sus labios carnosos.
“¿Qué quieres Vampira?”
Le entrego la carta sin dirigirle una palabra. El gigante la cogió con su mano enguantada en cuero y se la entrego al enano. Mientras este la leía Mara se fijo en el atuendo que llevaban. Siempre el mismo. Guantes de cuero, pectoral basado en dos tiras y anillas y unos pantalones cortos del mismo material todo. En uno de los pezones del gigante se veía una argolla dorada que contrastaba con la piel morena de este que llamo la atención de la Vampira. El pelo del gigante estaba repleto de rastas que llegaban hasta por debajo de los hombros. Mara clavo los ojos en el enano cuando termino de leer.
“Belial está ocupado, tendrás que esperar…”
“No pienso esperar, si Belial está ocupado con sus furcias o sus adonis es su problema, no el de mi señor, asique sube de una puta vez y dile que me reciba. No juegues mas con la poca paciencia que tengo o te doy una patada en ese bonito trasero enfundado en cuero que tu amigo el “Gigante” no podrá usar en una temporada”
Si, había sido vulgar y directa, pero tenía dolor de cabeza y quería terminar con esta tontería cuanto antes. El enano se puso pálido, más aun, y se froto la cabeza rapada nervioso. Sabia que Belial tenía muy mal genio, pero en esos dominios conocías la ferocidad y la fuerza de la vampira. Chasqueo los dedos y unas escaleras bajaron del techo oscuro.
“Síguenos”
Le dijo apartando el rostro con desprecio. El gigante lo coloco en su hombro y comenzó andar por las escaleras. Mara guardándose la carta en el bolsillo de nuevo le siguió. Cuando las escaleras volvieron a subir ya no había marcha atrás.
Estaba de nuevo en el palacio de Belial, donde la depravación es la ley.

jueves, 15 de julio de 2010

Fiesta de disfraces

Una noche de disfraces donde nadie es lo que parece. Así fue la noche, sorpresas continúas. Marcos me había tendido el disfraz encima de la cama del hotel. Un precioso Kimono de seda liviana, de verano. Además había traído abalorios y enganches del pelo de oriente para que adornara mi pelo. Leí la nota una vez mas “Espero que esta noche te sientas una autentica Geisha”. Sonreí estúpidamente, el sabía perfectamente la afición que tenia por toda la cultura japonesa, en especial con las Geishas.
Deje caer la ropa en los pies de la cama y me puse el Kimono con algo de dificultad. Mientras me lo ponía caí en la cuenta de que se llamaba Yukata y mientras notaba la seda pasar por mi piel desnuda haciéndome un cosquilleo empecé a soñar con un Samurái que venía a rescatarme. Aun hoy pienso como conseguí ponerme el Obi sin ayuda. Tarde aproximadamente dos horas en prepararme y me hice un moño oriental perfecto.
Baje las escaleras con cuidado de no tropezar o caer con los zuecos de madera que venían con el vestido y busque en la multitud a Marcos. Un poco difícil teniendo en cuenta que habían spiderman, doncellas del renacimiento o medievales, Batman, algún que otro Jasón y un hombre mosca. Todo era una espiral de colores, risas y baile. Ahora que me encontraba en la sala de baile caí en a cuenta de que no sabía cómo iba Marcos. Me mordí el labio nerviosa, aunque enseguida pare, no quería estropearme el maquillaje. Por suerte, mi palidez había hecho que no tuviera que ponerme toda la cara blanca.
Las luces se apagaron de golpe y comenzó a sonar “es por amor” de Alexandre Pires. Hubo una serie de murmullos que fueron acallando cuando la gente comenzó a ponerse por parejas y a bailar lentamente. Los que no tenían pareja se fueron a la barra pero mantenían un respetuoso silencio. Comencé a sentirme estúpida con mi Kimono y fui a girarme para marcharme a la habitación cuando unos brazos me rodearon. Mire hacia arriba haciendo ruido con mis abalorios y Marcos miraba, con destellos en sus ojos azules, hacia la pista. No pude evitar una sonrisa y sonrojarme. Me apoye contra él.
“Vámonos de aquí, ¿si?”
Me susurro con su acento Italiano. Me cogió de la mano y me llevo por entre la gente hacia una puerta de cristal. Justo cuando pasaba pude leer el cartel de Prohibido el Paso. Fui a decirle algo, pero me pareció estúpido, pues el hotel era suyo. Cuando por fin estábamos dentro y los ojos se me acostumbraron a la tenue luz distinguí que nos encontrábamos en el invernadero que tenía el Hotel. Mire las espaldas anchas de Marcos enfundadas en lo que parecía un traje de esmoquin. Se giro y me pillo mordiéndome el labio de nuevo. Baje la mirada sonrojada.
- No te gusta mi traje de James Bones, Ragazza?
Le mire, ¿gustarme?, por dios estaba para comérselo. Creo que mi sonrojo dijo mas que yo, pues el rio suavemente. Ande un poco deprisa y me puse a su altura. Era bastante alto con un porte exquisito digno de un general romano, en cambio, yo era pequeñita, con un pecho abundante y no me encontraba en mi línea precisamente. No sabía que había visto en ella hace dos años, cuando en un viaje por Japón se conocieron.
Marcos se paró de golpe y miro hacia un espejo de cuerpo entero, colocado debajo de un Almendro en flor.
-Es hermoso ¿verdad?
Asentí lentamente y no pude evitar acercarme hacia el árbol y tocar con la punta de mis dedos el rugoso tronco. La presencia de Marcos detrás de mí me hizo estremecerme.
-No me refería al árbol, Ragazza.
Con cuidado me puse enfrente del espejo antiguo donde me reflejaba por completo con el detrás. El yukata de colores azules intensos hacia contraste con mi piel y mi cabello oscuro. Iba a mirar con curiosidad el porqué el espejo tenía tanta belleza para Marco cuando él, me cogió una mano y me levanto el brazo lentamente. Las mangas de seda cayeron suavemente por el dejándolo al descubierto. Se llevo la muñeca a los labios y la beso suavemente. No te un escalofrió y me poye contra el notando con sorpresa el bulto de su pantalón. Mordisqueo suavemente esa zona tan sensible para mí para luego colocar mi mano suavemente sobre su cuello. Así no tenía más remedio que mirar hacia el espejo. Me sentía algo avergonzada y gire la cara. Marco no se dio por vencido y cogiéndome el mentón suavemente me obligo a mirar. “No te sientas avergonzada” susurro contra mi oído. Otro temblor. Mis muslos comenzaron a restregarse y sentía mojarse mi ropa interior. Metió sus manos callosas de artista por el agujero de las mangas de Yukata y comenzó a acariciarme el pecho por encima del sujetador de encaje que luego bajo con brusquedad liberando uno de mis senos. Su dedo gordo paso una vez por mi arrugado pezón y luego otra vez hasta que estuvo erecto. Lo cogió con dos dedos y comenzó a tirar y a masajearlo. Comencé a gemir aunque intentaba no hacer ruido, era muy escandalosa. “Marcos… “susurre y aunque intente que sonara como un reproche más bien lo hizo como un suspiro. Volví a mirar el espejo y los músculos de mi sexo se contrajeron de placer. Me rozaba contra él, mis nalgas contra su miembro que crecía y palpita a esperar de entrar en acción. Mi rostro sonrojado, mis ojos velados por la pasión y Marcos con los ojos clavados en mi reflejo parecía desnudarme lentamente con ellos. Eche la cabeza hacia atrás cuando bajo el yukata por mis hombros dejando atrapados mis brazos con las mangas y mis pechos al descubierto. Bajo el otro casco del sujetador y comenzó a jugar con mis pechos, haciéndome gemir más deprisa. Mis piernas temblaban y mi cadera se frotaba más contra él. Con osadía volví a echar un vistazo al reflejo. Piel pálida recortada contra el negro de su traje. El obi era lo único que sostenía el yukata sin desnudarme por completo. “échate hacia delante…” murmuro en mi oído de nuevo, con voz ronca por el deseo. Así lo hice apoyándome contra el cristal frio del espejo. Sus manos abrieron la apertura del yukata de las piernas y subieron hasta mis bragas. Con dos dedos comenzó a acariciarme lentamente “Están mojadas…” volvo a decir y yo cerré los ojos. Sentía sus dedos jugar, de arriba abajo, delimitando mis labios. Aparto con cuidado las bragas a un lado y mojo su dedo antes e introducirlo de golpe dentro. Di un respingo y jadee. Arañe el cristal con mis uñas, sentía el mundo de mi alrededor desvanecerse y mis piernas pronto dejarían de sujetarme. Bajo las bragas hasta la mitad de mis muslos y levanto la seda colocándola hacia un lado le oí moverse pero no abrí los ojos hasta que note el frio tacto de su lengua en mi clítoris. Se había acuclillado detrás de mí y estaba explorando con su lengua mi sexo. Juro que intente no hacer ruido, que me mordí el labio esta vez sin importar mi maquillaje hasta que note la sangre en el. Sabía que a poca distancia decenas de personas bailaban y reirán y que cualquiera podía vernos al asomarse por los cristales del invernadero. En vez de sentirme cohibida me puse más cachonda. Solté mi labio y comencé a gemir sin pausa. Esto le gusto a Marcos pues levantándose de golpe, desabrocho la cremallera con rapidez y me penetro de golpe. Una corriente eléctrica me recorrió la espalda y mis piernas flaquearon. Marcos me sostuvo las caderas para aguantarme en esa posición. “déjame que me ponga de rodillas…” le suplique. Pero su contestación fue una embestida mayor. La sacaba entera y luego volvía a meterla de golpe. Cuando quise darme cuenta mi cuerpo entero estaba apoyado contra el cristal del espejo y mis pezones sentían un cosquilleo al juntarse contra esa frialdad. Llene todo de vaho de mis gemidos y cuando no pude más abrí los ojos para mirar su rostro. Aun seguía observándome, sin perder cada centímetro de mi cuerpo. Era pasión lo que leía en sus ojos, la pasión de un artista contemplando su arte. Se inclino hacia mí y soltando una mano de mi cadera la deslizo por mi cuerpo hasta mis pechos que se movían al ritmo de sus envestidas. Cogió uno y comenzó a masajearlo, a cogerlo con delicadeza, a pellizcar mi pezón. Gire el rostro sonrojado para mirarle sin dejar de gemir, no quería su reflejo, le quería a él. AL ver sus ojos cerrados apunto de perder el control, me hizo producir un gemido largo y prolongado. Comencé a correrme. Sin dejar de embestirme llegue al orgasmo y poco después se corrió dentro de mí. Mis piernas flaquearon y perdí por unos segundos el sentido, me cogió en brazos y me estrecho contra él. Jadee aun con las piernas temblorosas, si estaba de pie era gracias a él, que me apartaba el pelo que se había soltado del moño. Levante el rostro y él me beso, suavemente.
-Sera mejor que volvamos a la habitación.
Murmuro mientras me ayudaba a colocarme el Yukata. Más tarde me enteraría de que me había visto desde lejos con el yukata y que el deseo le había hecho arrastrarme hasta el invernadero donde sabía que había un espejo. Más tarde me enteraría de que le encantaba como me quedaba la ropa japonesa y más tarde dormiríamos agarrados en su cama sin ninguna preocupación solo maldiciendo el paso del tiempo.

Ultimo juego

Baje la cara a su vientre de color crema, y comencé a darle besos suaves como plumas. Me recree en su ombligo con mi lengua y fui bajando hasta notar su vello en mi barbilla. Un gemido rompió el rítmico sonido de nuestras respiraciones que solo se oía en la habitación, entonces no pude evitar alzar la mirada lo justo para ver su rostro, en marcado por sus pechos erectos. Era el mismísimo símbolo de la sexualidad y su rostro era un cuadro del dolor que se siente antes de que llegue el placer, el dolor de la espera. Sus ojos entrecerrados, sus dientes mordiendo el labio inferior con fuerza... pedía a gritos que la saciara.
No pude reprimir una sonrisa, al notar que debajo mía sus carnosos muslos comenzaban a frotarse entre ellos, ansiosa de que acabara con su placer.
Tenía dos opciones, o marcharme y demostrarle que soy yo el jugador como tenía previsto hacer cuando entre en su cuarto o saciar mi placer que ahora velaba mis ojos y daba un color sonrojado a mis mejillas... Malditas las decisiones.
Solo vacile unos segundos. Unos míseros segundos, había entrado como el jugador de póker mas experimentado y ahora había perdido mi primera mano. Supe que perdería la segunda cuando baje mi cabeza entre sus piernas. Bese su pubis y la note revolverse. Con mi mano izquierda aparte uno de sus muslos y bese su cara interior, estaban húmedos del roce contra su sexo, lo bese un par de veces más antes de acercarme a lo que ella anhelaba. Quería hacerla gemir mi nombre, llevarme eso de premio, iba a ser difícil. Ni la prepare como había estado haciendo, directamente con la mano libre abrí sus pliegues y metí me lengua entre ellos. Dio un respingo que calme pasando mi mano por debajo de su cuerpo, colocándola contra una de sus nalgas y levantarla un poco, lo justo para tener una postura mas cómoda. Sus piernas se retorcían y me envolvían. Cuando cogí la comodidad pase la segunda mano por debajo y sujete sus nalgas con fuerza levantando su cadera contra mi lengua. Sin pensarlo fui subiendo hasta su clítoris hinchado y comencé a jugar con él, con los dientes, luego saboreándolo con mi lengua. Era un sabor raro que no me disgustaba, aunque pasaba desapercibido ante el calor que comenzaba a subir por momentos. Arqueo la espalda frenética y se agarro a mi cabello con fuerza, manteniendo mi cabeza en donde ella quería. Siempre había que hacer su ley, si no la impondría por la fuerza. Dando un gruñido me levante un poco. Aparte las manos de sus nalgas y mientras con una sostenía su pierna flexionada al lado mía, la pierna izquierda la levante y eche hacia atrás dejándola apoyada sobre mi hombro. Ahora su sexo estaba totalmente a mi merced. Comenzó a levantar la cadera para que mi lengua se moviera más rápido sobre ella. Soltó mi cabeza y agarro la sabana, haciendo gruesas arrugas. Un gemido largo y fuerte sonó por la habitación, por un momento no lo entendí, estaba demasiado ocupado, entonces me pare en seco y levante el rostro para mirarla. Su cara estaba volteada hacia otro lado, mirando indignada hacia la ventana, estaba sonrojada, no solo por el deseo sino por lo que había gemido, mi nombre. Aun así tenia el rostro de una princesa que lo negaría todo caprichosa.
Fruncí el ceño malhumorado. Caprichosa, malcriada, niñata… Todos esos adjetivos pasaron por mi cabeza. Me tendí sobre ella con brusquedad apartando sus piernas, ahora no podía cerrarlas. Le cogí el rostro para que me mirara y en sus ojos vi orgullo. Quería esto tanto como yo, incluso más, pero nunca dejaría que lo supiera. Baje una mano y al pasar por su pubis me hice cosquillas con su vello. Introduje mi dedo anular rápidamente en ella. Hecho la cabeza hacia atrás sin esperárselo y mordió su labio de nuevo para evitar un suspiro de satisfacción. Deje caer mi cabeza lentamente al lado de su oreja y reí suavemente mientras movía de adentro hacia fuera el dedo. Solo hasta que ella estuvo dispuesta a colaborar moviendo su cadera a mí ritmo metí el dedo corazón moviendo ambos con más rapidez. Me agarro la mano para hacerme ir más deprisa, No sabía que así, me estorbaba mas el movimiento, pero siempre le importo mas su placer que el del resto. Cerré los ojos para concentrarme más en mi tarea y apoye la cabeza a su lado. Cuando no pude más le solté con un sonido ronco “Basta”. Ella lo entendió y soltó mi mano de golpe sintiéndose avergonzada. Saque la mano mojada y me apoye en la cama con los brazos para no aplastarla. Jadee varias veces y mi miembro hinchado pedía que lo liberase de los vaqueros que yo aun llevaba. “No” pensé para mí, la idea era dejarla anhelante, que viera lo que se perdía. Abrí los ojos de golpe cuando no te la liberación del botón seguida de la cremallera. La mire de refilón pero ella estaba más ocupada desabrochándome el pantalón. Una vez fuera sin miedo comenzó a acariciarlo. Cerré los ojos, trague saliva y hice todo el aguante posible para no correrme en sus manos siempre frías, pero que al tacto de una noche de pasión se podían convertir en un gran arma.
Ya las conocía bien, en otros tiempos, ahora era la furia y la venganza lo que nos movía. Uno de los dos saldría mal, o quizás los dos. Que estúpido es el ser humano cuando juega a ser fuerte, cuando cree que todo saldrá bien cuando en su interior sabe que todo hará que el mundo caiga.
Note un tirón en la ingle ante el deseo y cerré los ojos mientras me levantaba quedándome de rodillas. Se incorporo sin dejar de jugar con mi sexo. No pude evitar un gemido de placer cuando, apartándose un mechón de la cara lo metió en su boca. Eche la cabeza hacia atrás mientras agarraba su pelo sin darme cuenta, un espasmo creado por la pasión del momento. Conocía todos mis puntos débiles, conocía donde debía tocar y donde no, conocía lo que me gustaba, era una autentica jugadora y no yo, que desafío primero y pierdo. Mi cadera pareció moverse por sí sola contra su rostro y entonces, llego. Como una descarga eléctrica desde mis piernas hasta el último pelo de mi cabello. Di un gemido grave y le apreté la cabeza contra mí sin darme cuenta. Comencé a jadear mientras la soltaba. Ella se puso de espaldas y volvió a ponerse el albornoz. Ni una palabra se oyó mientras me vestía. Cogí la cazadora del suelo y comencé a ponérmela. Mire su espalda una vez más y Salí por la puerta con un susurro de despedida que no creo que ella entendiera. Ni un adiós, ni un hasta luego… ni un espera. Nada.
Cuando cerré la puerta sabía que nunca volvería a jugar con ella.

Inmortales

Caín volvía a mirar por la ventana de su ático privado de uno de los edificios más altos de Barcelona. Estaba absorto en sus pensamientos de nuevo, mientras una mortal le chupaba la polla. Era todo tan simple, decías cuatro cosas, sonreías, te comportabas como un caballero y en apenas minutos ya tienes a alguien chupándotela.
Los humanos habían perdido para él toda su gracia. El sexo lo envolvía todo, desde películas, incluyendo las de temática infantil donde los creadores, en un afán de ingenio o de burla, colocaban imágenes relacionadas con el tema, hasta los anuncios. Se acordó de aquel anuncio de compresas donde las mujeres iban ligeras de ropa y bailaban sensualmente, seguro que a ninguna mujer le gusta que pusieran su periodo como algo erótico, pero así lo hicieron.
Soltó un bufido y dio un trago al whisky mientras que con la otra mano acariciaba la cabellera rubia de la mujer. Un gesto nada romántico ni nada, solo era para que la mujer no notara su aburrimiento.
Quien iba a decirle a el que una felación iba a ser tan tediosa.
Pensó en uno de sus hermanos inmortales, Belial, el ángel de la lujuria y como desde hace varias décadas se había convertido en un ser tan poderoso como el mismísimo Caín. Eso no era bueno, quitando las viejas heridas y la venganza que aun estaba esperando Caín, no le interesaba a nadie que Belial cogiera tanta fuerza, sino, que alguien pregunte en Sodoma o Gomorra que ocurrió. Sonrió pícaro al recordar ambas ciudades, hay, que te jugaran con tu pene era lo menos sexual que podía pasarte. Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta, hasta que la tuvo completamente encima, que la mujer se habia incorporado y se había sentado encima. La miro unos segundos a la cara, aquellos ojos azules eran perfectos, era una autentica ninfa, quizás tuviera sangre de estas. Cualquier humano la hubiera querido poseer pero él veía más allá, veía una mujer que sabia su potencial, que solo buscaba placer, un hombre que la follara a lo bestia y la hiciera gritar. Estaba tan vacía. El sabía perfectamente que podía hacerle gritar, gemir y llorar más que cualquier hombre, pero ver aquel anhelo tan estúpido en ella solo le hizo tener un rictus de asco que enseguida cambio.
La mujer, Anabel, si, así es como le había dicho que se llamaba, movió la cadera seductora contra su polla esperando alguna reacción de lujuria en Cain. Este, no tenía ni pizca de ganas por lo que, quiso acabar cuanto antes. La cogió de la cintura la levanto en peso, la llevo contra la cama y la penetro con fuerza. La mujer soltó un gemido y agarro las sabanas con fuerza mientras el no para de follarla con un gesto de aburrimiento que si, Anabel, hubiera visto todo el morbo hubiera desaparecido. Cando la mujer grito del autentico placer Cain hizo lo mismo y se aparto de ella. Ni la miro tendida en la cama, con las piernas abiertas y con varios tipos de jugos que el ser humano puede expulsar durante el coito. Se volvió a sentar en el sillón mientras se abrochaba el pantalón, por suerte no tenía que haberse desnudado por completo. Cogió el móvil y comenzó a marcar el número que tanto conocía.
La mujer se vistió y se acercó a él. Le miro unos segundos sonriente usando sus poderes que, si con los humanos funcionaba, a él solo le encabronaba más. Alzo la mirada y cogió el papelito que le tendía.
“Mi numero, llámame, soy de una agencia de modelos… además si quieres repetir puedes usarlo”
Sonrió cortes mientras se guardaba la tarjeta en un bolsillo. La mujer salió justo cuando el móvil comenzó a dar señal. Cain se levanto paseando por la habitación y dejo en la mesa la tarjeta, junto con otras muchas. Se apoyo en la ventana suavemente y suspiro aliviado cuando la voz aniñada y susurrante de una mujer le contesto.
“¿Cuales son tus ordenes?”
Le gustaba su acento antiguo, aun lo usaba sabiendo que a Cain le encantaba, su niña estaba atenta a todo.
-Mara., creo que tengo una idea fantástica.
No pudo evitar reír cuando la chica le contesto con un gruñido. Conocía tan bien las ideas fantásticas de Cain que sabia con antelación que iba a ser una locura.

lunes, 12 de julio de 2010

Porque, A veces, el sexo es lo primordial, tanto, que confundimos el amor con el deseo