jueves, 15 de julio de 2010

Inmortales

Caín volvía a mirar por la ventana de su ático privado de uno de los edificios más altos de Barcelona. Estaba absorto en sus pensamientos de nuevo, mientras una mortal le chupaba la polla. Era todo tan simple, decías cuatro cosas, sonreías, te comportabas como un caballero y en apenas minutos ya tienes a alguien chupándotela.
Los humanos habían perdido para él toda su gracia. El sexo lo envolvía todo, desde películas, incluyendo las de temática infantil donde los creadores, en un afán de ingenio o de burla, colocaban imágenes relacionadas con el tema, hasta los anuncios. Se acordó de aquel anuncio de compresas donde las mujeres iban ligeras de ropa y bailaban sensualmente, seguro que a ninguna mujer le gusta que pusieran su periodo como algo erótico, pero así lo hicieron.
Soltó un bufido y dio un trago al whisky mientras que con la otra mano acariciaba la cabellera rubia de la mujer. Un gesto nada romántico ni nada, solo era para que la mujer no notara su aburrimiento.
Quien iba a decirle a el que una felación iba a ser tan tediosa.
Pensó en uno de sus hermanos inmortales, Belial, el ángel de la lujuria y como desde hace varias décadas se había convertido en un ser tan poderoso como el mismísimo Caín. Eso no era bueno, quitando las viejas heridas y la venganza que aun estaba esperando Caín, no le interesaba a nadie que Belial cogiera tanta fuerza, sino, que alguien pregunte en Sodoma o Gomorra que ocurrió. Sonrió pícaro al recordar ambas ciudades, hay, que te jugaran con tu pene era lo menos sexual que podía pasarte. Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta, hasta que la tuvo completamente encima, que la mujer se habia incorporado y se había sentado encima. La miro unos segundos a la cara, aquellos ojos azules eran perfectos, era una autentica ninfa, quizás tuviera sangre de estas. Cualquier humano la hubiera querido poseer pero él veía más allá, veía una mujer que sabia su potencial, que solo buscaba placer, un hombre que la follara a lo bestia y la hiciera gritar. Estaba tan vacía. El sabía perfectamente que podía hacerle gritar, gemir y llorar más que cualquier hombre, pero ver aquel anhelo tan estúpido en ella solo le hizo tener un rictus de asco que enseguida cambio.
La mujer, Anabel, si, así es como le había dicho que se llamaba, movió la cadera seductora contra su polla esperando alguna reacción de lujuria en Cain. Este, no tenía ni pizca de ganas por lo que, quiso acabar cuanto antes. La cogió de la cintura la levanto en peso, la llevo contra la cama y la penetro con fuerza. La mujer soltó un gemido y agarro las sabanas con fuerza mientras el no para de follarla con un gesto de aburrimiento que si, Anabel, hubiera visto todo el morbo hubiera desaparecido. Cando la mujer grito del autentico placer Cain hizo lo mismo y se aparto de ella. Ni la miro tendida en la cama, con las piernas abiertas y con varios tipos de jugos que el ser humano puede expulsar durante el coito. Se volvió a sentar en el sillón mientras se abrochaba el pantalón, por suerte no tenía que haberse desnudado por completo. Cogió el móvil y comenzó a marcar el número que tanto conocía.
La mujer se vistió y se acercó a él. Le miro unos segundos sonriente usando sus poderes que, si con los humanos funcionaba, a él solo le encabronaba más. Alzo la mirada y cogió el papelito que le tendía.
“Mi numero, llámame, soy de una agencia de modelos… además si quieres repetir puedes usarlo”
Sonrió cortes mientras se guardaba la tarjeta en un bolsillo. La mujer salió justo cuando el móvil comenzó a dar señal. Cain se levanto paseando por la habitación y dejo en la mesa la tarjeta, junto con otras muchas. Se apoyo en la ventana suavemente y suspiro aliviado cuando la voz aniñada y susurrante de una mujer le contesto.
“¿Cuales son tus ordenes?”
Le gustaba su acento antiguo, aun lo usaba sabiendo que a Cain le encantaba, su niña estaba atenta a todo.
-Mara., creo que tengo una idea fantástica.
No pudo evitar reír cuando la chica le contesto con un gruñido. Conocía tan bien las ideas fantásticas de Cain que sabia con antelación que iba a ser una locura.

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