sábado, 17 de julio de 2010

En la boca del lobo

La muchacha iba deprisa, lo suficiente para que los humanos no notaran nada en raro en su velocidad. Mara miro hacia el cielo nocturno, el que le había acompañado en más de una guerra.
Suspiro exasperada, Caín y sus ideas excéntricas.
Miro la carta lacrada con el símbolo del lobo y la espada que indicaba quien era su señor. Sonrió irónica al mirar el lobo pues ella era una Vampira y la mano derecha de Cain y, obviamente, los licántropos y su raza no se llevaban muy bien que digamos.
Miro hacia un lado y hacia otro y volvió a correr. Sus piernas eran delgadas y menudas como toda ella, pero aun así podía ir tan deprisa como un coche si se lo proponía. Llego al callejón donde sabia, se encontraba la puerta. Había ido allí muchas veces para atender clientes de Caín que habían pagado mucho dinero por ella.
Si, Mara no era solo una de las mejores asesinas y de las más poderosas vampiras, era lo que a Caín le gustaba llamarla, un objeto sexual.
Su señor le había enseñado todo lo que tenía que saber y sabía muy bien su trabajo.
Miro la puerta ennegrecida y llamo con los nudillos. Se limpio la mano en sus short vaqueros asqueada de la suciedad que envolvía el callejón.
A su alrededor olía a orina y heces, además habían varios vagabundos que la miraban extrañados, suponía, que pensaban en si era un chico o una chica, que no ayudaban con el mal olor del lugar. La reacción más usada entre las personas que no la conocían, era la que tenían ahora aquellos pobres seres, extrañeza y curiosidad ante ver una persona andrógina. Se mordió el labio impaciente. Con el rabillo del ojo miro a uno de los vagabundos que se tambaleo levantándose para acercarse.
Dos rendijas se abrieron en la puerta y por cada una salieron un par de ojos. Unos negros como la noche que contrastaban con una piel pálida en los parpados y unos azules celestes que al contrario que los otros estaban rodeados de una piel negra como el ébano.
“¿Que quieres?”
“ El placer de quien pueda proporcionármelo”
Contesto rápidamente a la rejilla de abajo, tenía ganas de entrar de una puta vez. La de arriba formulo otra pregunta.
“¿Y tú, estas dispuesto?”
“ A dar tanto como mi cuerpo pueda”
Dos risillas se oyeron mientras abrían la puerta con numerosos sonidos chirriantes. Mara entro corriendo, justo cuando el vagabundo ya estaba a punto de tocarla. La puerta se cerro dejando al hombre extrañado pues enfrente suyo solo había una pared de ladrillos.
Mara miro con odio al gigante y al enano que sostenía en sus manazas. Estos comenzaron a reír de nuevo al verla. Se encontraban en el vestíbulo del palacio, aunque nadie diría que se tratara de eso, pues solo era una sala rectangular oscura con pocos muebles destartalados y con las paredes desconchadas y con manchas de humedades, o eso creía Mara.
“Tu por aquí… hacía tiempo que no se te veía”
Contesto el gigante con voz chillona, como la de un niño. El enano rio con su voz ronca que no encajaba nada bien con su aspecto. Ambos eran opuestos, pero se llevaban demasiado bien, quizás, pensaba Mara, cuando terminaban su jornada se daban por culo mutuamente. Sacudió la cabeza, era demasiado bizarro, pero sabía que en el Palacio de Belial todo lo Bizarro y Morboso que podías imaginar había ocurrido, seguro.
El enano sonrió con sus labios carnosos.
“¿Qué quieres Vampira?”
Le entrego la carta sin dirigirle una palabra. El gigante la cogió con su mano enguantada en cuero y se la entrego al enano. Mientras este la leía Mara se fijo en el atuendo que llevaban. Siempre el mismo. Guantes de cuero, pectoral basado en dos tiras y anillas y unos pantalones cortos del mismo material todo. En uno de los pezones del gigante se veía una argolla dorada que contrastaba con la piel morena de este que llamo la atención de la Vampira. El pelo del gigante estaba repleto de rastas que llegaban hasta por debajo de los hombros. Mara clavo los ojos en el enano cuando termino de leer.
“Belial está ocupado, tendrás que esperar…”
“No pienso esperar, si Belial está ocupado con sus furcias o sus adonis es su problema, no el de mi señor, asique sube de una puta vez y dile que me reciba. No juegues mas con la poca paciencia que tengo o te doy una patada en ese bonito trasero enfundado en cuero que tu amigo el “Gigante” no podrá usar en una temporada”
Si, había sido vulgar y directa, pero tenía dolor de cabeza y quería terminar con esta tontería cuanto antes. El enano se puso pálido, más aun, y se froto la cabeza rapada nervioso. Sabia que Belial tenía muy mal genio, pero en esos dominios conocías la ferocidad y la fuerza de la vampira. Chasqueo los dedos y unas escaleras bajaron del techo oscuro.
“Síguenos”
Le dijo apartando el rostro con desprecio. El gigante lo coloco en su hombro y comenzó andar por las escaleras. Mara guardándose la carta en el bolsillo de nuevo le siguió. Cuando las escaleras volvieron a subir ya no había marcha atrás.
Estaba de nuevo en el palacio de Belial, donde la depravación es la ley.

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